jueves, 20 de noviembre de 2014

La revolución y el problema de las instituciones

Por Arnaldo Guédez, Historiador y Profesor Universitario. Los revolucionarios deben tener muy claro el papel de las instituciones en la conformación del Estado; Karl Marx las ubicaba claramente como parte de la superestructura. Sin embargo, anteriormente, Nicolás Maquiavelo ya las había  definido como un elemento que forma parte del Estado moderno liberal que daba sus primeros pasos en un sistema que comenzaba a perfilarse: el capitalismo. Y con él la burocracia que hace funcionar al Estado, este "mal necesario" está enquistado en los órganos que le permiten al Estado tener dominio y control sobre la población (las instituciones), es decir, permiten alcanzar la llamada gobernabilidad. Un Estado es burocrático en la medida que crece su institucionalidad, ésa que obliga al ciudadano a recurrir a ella en búsqueda de la solución de determinados problemas, por muy sencillos que éstos sean o parezcan. En el nacimiento de las nuevas repúblicas en América, éstas no pudieron deshacerse del lastre de las viejas instituciones del Estado colonial, el cual no sólo conservó hasta mucho después de los tiempos post coloniales su fisionomía, sino que también gran parte de sus legislaciones e instituciones continuaron, muy a pesar de los esfuerzos revolucionarios hechos por los patriotas que libraron la gesta emancipadora. Es debido a esto que, encontramos a más de veinte años después del proceso independentista, instituciones que mantenían la esclavitud de las personas sin importar la aplicación de leyes liberales. La Guerra de Independencia dejó casi intacta la estructura social de castas impuestas por el Estado Colonial,  este elemento permitió que las contradicciones de clases se acentuarán, y reaparecieran nuevamente las mismas banderas por las cuales se habían alzado los ejércitos patriotas y republicanos. Específicamente en el caso venezolano, fueron enarboladas y reivindicadas por los Federales al mando del General del Ejército Soberano del Pueblo Ezequiel Zamora, a finales de los años cincuenta del mismo siglo XIX. Ello indica que la Guerra de Independencia nacional no disminuyó las contradicciones de clase sino que por el contrario las hizo más evidentes. Las instituciones coloniales siguieron coexistiendo con la República, y aún en nuestros días, los cabildos y las alcaldías impuestas por los colonizadores siguen siendo las estructuras de gobierno que regentan la vida de los ciudadanos, las gobernaciones continúan ubicadas en los antiguos "palacios" de gobierno, muy propios de un sistema  monárquico. De igual manera, la Presidencia de la República está situada en una cosa que se llama "palacio presidencial", como si allí gobernara un vi rey o un intendente colonial. Todavía conservamos no sólo esa fisionomía institucional colonial, sino lo peor, heredamos la mentalidad colonial que generan estas instituciones. Aún hoy seguimos gobernados por el coloniaje institucional que establece esa odiosa separación entre los que gobiernan y los gobernados. Estas instituciones terminan sencillamente secuestrando la soberanía que los pueblos lograron conquistar con tanto esfuerzo, sudor y lágrimas, durante las guerras revolucionarias de emancipación nacional y la   independencia del imperio colonial español. Bien lo decía nuestro gran Robinson, Simón Rodríguez: "si queremos imitar, imiten lo original... original han de ser nuestras repúblicas y original han de ser nuestras instituciones”. La orientación es clara.  Las instituciones que tenemos son la herencia de la nefasta colonización, ellas aun sin quererlo, reproducen al calco el sistema que las procreó y les dio vida por más de trescientos años. Es por ello que la descolonización del pensamiento, pasa necesariamente por deslastrarnos de los elementos que le dan vida, y ello no es otra cosa que las instituciones del estado burgués y neocolonial, instaurado sólo para garantizar la sumisión, el servilismo y la dominación. Sólo haciendo esto, seremos realmente libres.

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